domingo, mayo 20, 2012

Water of love

En lo alto y sediento, en un largo y caluroso día/
perdido y solitario en todos los sentidos/
rodeado de sol y cielo sobre mi cabeza/
necesito un poco de agua de amor.


Paró el tren en alguna estación de la provincia de Ávila, preñada de sol y hierro. La quietud era absoluta y el silencio se clavaba en los pulmones.

Las casas abrasadas por la tarde de junio con sus persianas selladas al fuego, las aceras desgastadas por el paso de la carga de tantos olvidos. Todo se mostraba a la sucia ventana del vagón. Silencio y tiempo.

En una esquina, blanca como el alma de una niña muerta, dos perros se olían con excitación. Giraban sobre sus grupas buscando sus sexos y dilataban sus pupilas con ansia carnal. Tocaban las lenguas enormes y lánguidas sus genitales húmedos con latigazos nerviosos e inmediatos de necesidad. Las hormonas fluían ya, eternas, poderosas, adueñadas con violencia arrogante de cada animal.

Ebrios de la inútil lujuria, los perros perpetuaban ante mí el horror de la existencia en un disparate de juventud enferma de vida. Se movían con paroxismo y con locura frenética bajo aquel infernal sol. Follaron durante más tiempo del que logro recordar, en un rito de lascivia y abandono tembloroso que a las moscas espantaba hasta el preciso instante de vacío inmenso y de completa soledad que sucedió a la descarga.

Luego, el macho descansó la cabeza sobre el lomo de su amante. Se llenó de su piel ajena y extraña, sosteniendo la agotada respiración en su tatuada lengua rosa. Ni un jadeo. Vació el perro los testículos y tomó conciencia humana de la realidad fugaz, atroz e insignificante. Un instante de lucidez que Dios no pudo evitar. Le asustó el miedo, porque lo contrario del placer no es el dolor, sino el miedo.

Fue un segundo, quizás menos. No tuvo más tiempo de sobriedad antes de volver al sueño de la vida con un rápido movimiento de cabeza y un ladrido de dudosa autoafirmación.

Pronto el invierno de la senectud despertará a ese perro fornicador del sueño de la alegría y de la esclavitud de las hormonas, como hizo conmigo. Tomar es perder y amar es no volver. Y todo será silencio y tiempo.

Durante ochenta años yo me había nutrido de eclipses, clavos sin cabeza, sirenas de barcos en la niebla, huecos sin llenar, cartas ausentes y silencios. Silencios. Las palabras no tienen tanta importancia, pero arañan cuando estás desnudo, por eso ya no me gustaba hablar. En ochenta años había encontrado abrazos que herían como arpones cuando se retiraban, y risas que alteraron toda mi vida de perro asustado. Pero poca hazaña era eso de alimentar sueños. Y menos en primavera, la madre de toda la mala poesía. Y menos con este bochorno y menos delante de esos perros vencidos por agua de amor.

Algo debió asomarse a mis labios mientras meditaba sobre esa cópula canina. Absorto estaba en mis pensamientos y en el insoportable calor del verano castellano cuando me sobresaltó la voz del niño que viajaba en el regazo de mi compañera de compartimento de tren.

- ¡Mira mamá, un anciano que habla!



High and dry in the long hot day
Lost and lonely in every way
Got the flats all around me sky up above
I need a little water of love




Un libro para el niño observador: La posibilidad de una isla, de Michel Houellebecq

Una película para el niño observador: Un método peligroso, de David Cronenberg

Una canción para el niño observador: Water of love, de Dire Straits



.

21 Comments:

Blogger Gemma dijo...

La verdad es que yo también lo observé la primera vez algo absorta y supongo que al ser yo una niña de once años me habría gustado escuchar en ese momento el sonido de cualquier anciano capaz de hacer escurridiza mi vergüenza.

Creo que me leeré el libro, a ver si logro quitar las mosquiteras de casa y paralizar a las moscas jajaja qué genial te ha quedado eso Lagarto.

Un beso

mayo 22, 2012 1:24 a. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Quizás, vistas desde fuera y con la perspectiva del tiempo, algunas de nuestras actitudes para agarrarnos desesperadamente al instante de la vida son tan vacías como el acto de estos perros. Todo pasa demasiado deprisa, y quizás la lucidez sólo llega cuando estamos lejos.

Houellebecq es demoledor siempre, y en La posibilidad de una isla enciende la luz para que veamos la crueldad del paso del tiempo ante las pasiones. Espero que te guste.

Besos!

mayo 22, 2012 10:17 a. m.  
Blogger josef dijo...

Un buen relato introspectivo sobre el paso del tiempo, el efecto del tiempo y la victoria del tiempo sobre nuestros organismos finitos. El niño, la juventud naciente, descubre que los ancianos todavía viven.

Un abrazo.

mayo 22, 2012 3:56 p. m.  
Blogger ana dijo...

:)))))

Releo de nuevo esa soledad; ese silencio y su tiempo.

¿De verdad no quedará nada a lo que asirse?... :(


Abrazo!!!

mayo 22, 2012 4:52 p. m.  
Blogger Food and Drugs dijo...

El tiempo manda cual tirano bananero. Y sin embargo sin él la vida carecería por completo de emoción.
¿Existirían las pasiones si no fuéramos conscientes de su fugacidad, de su perentoriedad, de la certeza absoluta de que una vez extintas, nunca resucitarán?
Fenomenal post.
Saludos, Lagarto.
:-)

mayo 22, 2012 7:17 p. m.  
Blogger Diana H. dijo...

Lucidez cruda. Tan desnuda como esos perros.
Pura poesía, Lagarto. Y de la buena.
Un abrazo.

mayo 22, 2012 7:30 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

El tiempo iguala a ricos y pobres, y la manera de sacarlo lo invisible a la vida es más propio de las personas sencillas e interesantes que de la artificialidad de lo que no importa.
De los perros se puede aprender mucho (fidelidad) y de los viejos mucho más.
Eso sí: uno tiene que saber encajarlo en su vida, no todo vale. Desconfío de quienes alaban a pies juntillas cualquier cosa.
Un abrazo

mayo 23, 2012 12:54 p. m.  
Blogger Raquel dijo...

Destila amargura y soledad. Me gusta especialmente el penúltimo párrafo.
Un método peligroso... humm.
Saludos.

mayo 23, 2012 10:02 p. m.  
Blogger Gemmayla dijo...

Caramba, no recordaba a Mark Knopfler tan delgadísimo !!!

Ahora que estoy leyendo "La ciudad y los perros" de Vargas Llosa, entendiendo por perros, los cadetes que soportan la durísima y despiadada disciplina y degeneración de la vida militar en ese momento preciso de la vida limeña, medito al hilo de este soberbio post, sobre el significado peyorativo que se le da al sustantivo "perro", en especial al femenino "perra", pero por contra, también pienso en que somos legión las personas incapaces de emplear este significado peyorativo, porque cuanto más conocemos a los perros, más los ensalzamos y queremos, en especial cuando los comparamos con banqueros y políticos nefastos que no merecen siquiera el calificativo de seres humanos porque son directamente "tiburones"

Muchísimas gracias por traernos un poco de "Agua de Amor", más vital que el agua misma

Abrazosssssssssss

mayo 27, 2012 2:02 p. m.  
Blogger PSYCOMORO dijo...

El paso del tiempo es un polvo de verano voraz. Lo describes muy bien, Lagarto, los instantes que nos enseñan que no todo sucede para siempre, aunque lo parezca. Esos perros son la neecesida de no dejar pasar el momento, aunque acabe pasando... Muy intenso, Lagarto. Saludos

mayo 28, 2012 8:28 a. m.  
Blogger O SuSo dijo...

Lo contrario del placer puede ser el miedo...el miedo a perder ese placer, aunque también despunta en nuestras cabezas el miedo a sentir ese placer, a no ser capaz de sobreponerse, a nunca volver a ser el mismo tras tremenda vivencia.

Ciertamente hacemos lo que sea por agarrarnos a esos instantes, cuando los intuimos cerca. Es nuestra condición, o nos han enseñado así, a sentirnos incompletos, insatisfechos, angustiados por lo que no tenemos, en lugar de ver que podemos crear la realidad que nos venga en gana, pero quien gana con eso? sólo nosotros.

Me ha resultado un texto curioso, diferente e inexperado.

Un abrazo y a mimarse.

mayo 29, 2012 8:31 p. m.  
Blogger Zorro de Segovia dijo...

al niño observador yo le daría un palo por impertinente, pero claro, usted, en su senectud, será probablemente más indulgente.

Respecto a aquellos olvidados (ahora menos) animales, pocas cosas que hacer en un apeadero perdido nada más que follar como perros. Sobre todo ahora que estamos en riesgo de acabar todos como ellos, desocupados, por las calles, buscando el reposo fugaz de nuestra desquiciada cabeza en algún cálido y perro regazo.

mayo 29, 2012 8:54 p. m.  
Blogger Antígona dijo...

Un cuento muy sórdido, doctor Lagarto. Porque da la sensación de que al viejo narrador la vida no le ha dejado más poso que el recuerdo amargo de la vitalidad ya perdida, ni más posesión que el vacío que ese recuerdo delata en su presente.

El placer es fugaz, la vida es fugaz. Pero entre una fugacidad y otra hay mucha distancia. Como hay también mucha distancia entre unos placeres y otros. Unos, como decía Bruckner, dan alegría pero enseñan poco o nada. Y esos suelen ser los más fugaces. Otros quizá no sean tan intensos ni produzcan tanta alegría animal, pero tal vez por ello mismo no sean tan fugaces y dejen huellas en nuestras almas que logren resguardarnos del dolor que inevitablemente traerá consigo la pérdida de la vitalidad inherente a la vejez.

¿La vida es un sueño? Puede. Pero hay sueños extraordinarios y por fortuna, el sueño de la vida se deja dirigir algo más que el sueño del durmiente.

¿Buscamos el placer para aplacar nuestro miedo a la muerte? Puede. Pero la muerte nos llegará tanto si la tememos como si no, así que deberíamos buscar el placer sólo para celebrar que estamos vivos.

¿Es la realidad atroz e insignificante? Puede. Pero es lo único que tenemos. Y el hecho es que nos agarramos con fuerza a esa insignificancia porque desde nuestra pequeña estatura a veces nos resulta inmensa y exuberante.

No somos nada y la vida pasa como un suspiro. Pero creo que si el viejo tuviera quien le abrazara no sentiría esa espina del silencio clavada en su interior.

En cuanto al niño, ¡qué ganas de darle un tortazo! ;)

Un beso, doctor Lagarto!

junio 08, 2012 11:30 p. m.  
Blogger Tesa dijo...

Qué calor me estaba dando la meseta castellana...
pero qué gusto de instinto, sin complicaciones.

junio 12, 2012 11:41 p. m.  
Anonymous Diciembre dijo...

¡¡Feliz San Bruceee!! Que envidiaaaaa :)

junio 17, 2012 9:56 a. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Josef, el tiempo es muy terco y siempre acaba ganando todas las batallas. No podemos aspirar a ganar, sólo a aceptarlo. Salud!

Ana, está en nuestra mano mantener asideros. Los hay, seguro, si tenemos la inteligencia de buscarlos dentro de nosotros mismos y no en las cosas más fútiles y ajenas. Besos!

junio 17, 2012 11:51 a. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Food&Drugs, supongo que la naturaleza es muy sabia en su estrategia darwiniana, y que muchas de las reproducciones humanas necesitan de pasiones verdaderamente cegadoras e irracionales para producirse :) Salud!


Gracias, Diana. Viniendo de ti lo tomo con mucho valor. Un abrazo

junio 17, 2012 11:51 a. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Diego, los perros son maravillosos, desde luego. Y los ancianos somos nosotros, ¿lo comprenderemos algún día? Una sociedad que desprecia a sus mayores y alaba la dictadura nazi de la juventud es una sociedad enferma. Salud!

Raquel, no me gustó especialmente la película Un método peligroso. Pero sí veo un paralelismo en esa proyección sexual freudiana. Saludos!

junio 17, 2012 11:52 a. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Gemmayla, el castellano es propicio a este tipo de tropos, y desde luego que hay mucha “ideología” detrás de la selección de los animales y sus géneros. Besos!

Psycomoro, no podemos retener el agua en la palma de la mano, desde luego. El tiempo no espera, como decían los Rolling Stones. Pero todo lo que pasa queda. Salud!

junio 17, 2012 11:52 a. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

O Suso, es el miedo, y no el dolor, lo contrario del placer, cada día estoy más convencido de ello. Creo que fue Erich Fromm quien lo planteó así, aunque seguro que hay literatura mucho más antigua que lo corrobora. La angustia acaba con toda idea de felicidad. Salud!

Zorro, los niños pueden ser terribles, pero sólo porque externalizan lo que sus padres no se atreven a externalizar. La represión es uno de los factores fundamentales de la educación :) Y, sí, desde luego que con los tiempos que corren, la vida de perros de apeadero puede llegar a ser envidiable. Salud!

junio 17, 2012 11:52 a. m.  
Blogger NoSurrender dijo...

Doctora Antígona, Bruckner dice cosas muy interesantes. Entre ese vacío de fugacidades siempre se pueden quedar las cosas más sólidas hasta el final. No veo con miedo mi futura vejez, porque creo que hay cosas que me llenan muy profundamente que no dependen de esas fugacidades. Un beso!


Tesa, siempre es mejor un buen hotel con servicio de habitaciones, eh ;) Besos!

junio 17, 2012 11:53 a. m.  

Publicar un comentario

<< Home